Libro Mumo Por Siempre Pdf
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DESDE LA TRISTEZA que se desploma, desde mi dolor que me cansa, desde mi oficina, desde mi cuarto revuelto, desde mis cobijas de hombre solo, desde este papel, tiendo la mano. Ya no puedo ser solamente el que dice adiós, el que vive de separaciones tan desnudas que ya ni siquiera la esperanza dejan de un regreso; el que en un libro desviste y aprende y enseña la misma pobreza, hoja por hoja. Estoy escribiendo para que todos puedan conocer mi domicilio, por si alguno quiere contestarme. Escribo mi carta para decirles que esto es lo que pasa: estamos enfermos del tiempo, del aire mismo, de la pesadumbre que respiramos, de la soledad que se nos impone. Yo sólo pretendo hablar con alguien, decir y escuchar. No es gran cosa. Con gentes distintas en apariencia camino, trabajo todos los días; y no me saludo con nadie: temo. Entiendo que no debe ser, que acaso hay quien, sin saberlo, me necesita. Yo lo necesito también. Ahora lo digo en voz alta, simplemente. Escribí al principio: tiendo la mano. Espero que alguno lo comprenda.
ESTA NOCHE DE trenes, de poblaciones emigrando, de corporales sueños, de violadas respiraciones en la arena movediza del viaje, lo recuerdo. (Fue, tal vez, necesario el incipiente amor; callar a solas con extraños, y las cosas más tiernas, mientras la boca se endurece y una crecida barba, de cadáver reciente, me prolonga.) Y sin embargo, cuántas veces te habrán reconocido; por los ojos, o por la ausencia que dejaste; por el cabello sobre el hombro, al irte, y el andar que descubre lo que eras. Pues sé que nos pusieron, al nacer, otro nombre, y un camino que recorrer, y un tren para el camino. Un tren sonámbulo que huye, en dirección opuesta, irreversible, de los que cruzan ya perdidos; por un saludo heridos ya de muerte, marcados para siempre, señalados; buscadores de un signo en la mazorca muchedumbre de rostros. Y todo esto sin falta, aconteciendo; todo pasando, todo viniendo y alcanzando y yéndose. Amiga, no me olvides; no me olvides, amigo; no te pierdas, espérame. Como a la máscara del baile, vengo de lejos a ocupar mi cara; por detrás y en silencio, a mis balcones lacrimales, al sabor de mi boca, al olor de las cosas que esperabas. Estoy sin tierra firme; estoy saliendo, a donde quiero, de estas últimas lentas horas de viaje que termina; sombra larguísima, pantano de silbatos, de ruedas que repiten su palabra distinta a cada uno; estaciones mendigas, como fechas alumbradas apenas, donde duele lo que se aprende dormitando. No me olvides, espérame. Yo, el de las cartas sin destino; el de palabras no creídas, el que siembra en lo oscuro, te lo pido.
UNA LLAMARADA DE moscas verdes ha nacido encima de la tierra, encima del agua que bebemos, ha poblado el aire que respiramos. Se quiere que el hombre ya no viva de pan, se le cerca siempre de ruidos iguales, de cosas hechas, se quitan los nombres propios, se dan emociones preconstruidas a quienes pretenden emocionarse, cuando el dolor se defiende, cuando la fatiga estalla, se pone aceite de máquina en las junturas de los pensamientos y las entrañas. ¿En dónde ha quedado la tristeza? ¿En dónde, el amor? ¿Cómo es posible que se niegue tanto, que se soporte que se niegue tanto? ¿Dónde han quedado la violencia, el alma, la sangre? Si está la verdad en lo que digo las cosas que digo serán buenas. Que los que se sienten desesperados conozcan que estoy pensando con ellos. Hay moscas por todas partes, hay hombres en los que morimos sin sentirlo; entre las costillas de todos hay un corazón que nos pertenece, que sangra en nosotros. Está doliendo.
¿Y HEMOS DE llorar porque algún día sufriremos? Sobre los amantes da vueltas el sol, y con sus brazos. Amigos míos de un instante que ya pasó, regocijémonos entre risas y guirnaldas muertas. Aquí las águilas, los tigres, el corazón prestado; en préstamo dados el gozo y la amargura; la muerte, acaso para siempre, por hacerte vivir; por alegrarte tengo, entre huesos, triste el alma. ¿Y habremos de sufrir, entonces, sólo porque un día lloraremos? Giran los amantes libertados con la noche en torno. Entre guirnaldas de un instante, amigos, mientras dura lo que tuvimos, alegrémonos.
SEMILLA DEL PLACER, la muerte mira, agazapada, en el instante donde apaga su lengua roja algún dolor que fuimos. Risa de saber que en algo nos morimos, que algo para siempre nos perdona. De escombros nuestros, se encordera el camino de la noche en andas que para morirnos escogemos. Y se vuelve alegre la ceniza de envejecer, y las arrugas el ramaje son de un tronco alegre. Se va cayendo la sufriente armazón del temor; inmunes, cada vez más muertos, aprendemos; vencida de la edad, el alma aviva el seso y se complace del cuerpo difunto en que recuerda.
CRECE LA TORRE nueva en el naufragio del muro combatido; del alveolo de la sal, el rumbo celeste de la espiga, el transparente olor de la manzana, y surgen el olivo y su perla amarillenta y los suntuosos pórticos del vino. Canto que no aprendí, silencio en que instituye el canto las raíces. Y establecida sobre el alma, sube la lengua: cera y pabilo bajo voraz corona encandecida. Ámbito de la casa es, y casa del traje, y traje para el cuerpo, y cuerpo de la voz. Esfuerzo mío, tribu de sílabas concordes, ábreme campo afuera. Tú, que puedes, introdúceme al coro; así, al oficio de fundar la ciudad sobre cenizas de vencidas ciudades. Buen oficio. Derrame el canto sus caminos como una primavera de cimientos. Cirio sonoro, fundación, arroyo de abejas parcas, arribando al seno acelerado de la llama. No solamente mínimo brasero, engarce de la ofrenda en aroma desnudo que desgarra sus ropajes de humo; Sí manantial de macizas paredes, de azules templos para bordadoras calladas, de albañiles coronados, de dulces padres carpinteros, de manos como príncipes que rijan el sabor unitivo de la espada. Oh, si me fuera dado el alegrarme con mi fuerza de hombre, si mi orgullo (¿a quién volver los ojos?), como el amor, clarísimo al mirarte, para siempre naciera, y en torno, y habitada y ofrecida, la ciudad y la gente suscitada por el orden del canto. En esta hora y mientras en la plaza, el más valiente cumple el parto viril de la futura gloria de su bandera. Golpe de sol, racimo grave de linajes. Y estar herido y pobre, y estar vivo y vencedor, y redimido, y para siempre ya desenterrado.
En nuestro recorrido a través de los distintos narradores, esta semana nos gustaría acercarnos al narrador en primera persona. Recordemos que ya hemos visto el omnisciente y el equisciente. Aún nos quedan un par de ellos que ver, pero no podía centrarme en ellos dejando de lado uno tan importante como es el narrador en primera persona. Recuerda que siempre puedes obtener más información sobre los narradores en nuestros cursos.
Este narrador, para diferenciarlo de los narradores entercera persona, también se conoce comonarrador interno. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que, al contrarioque los narradores en tercera persona, losnarradores en primera persona siempre van a estar dentro de la historia, van aparticipar de ella de alguna manera, no la van a contemplar desde fuera,sin intervenir, sino que van a estar internos en ella.
Habrá veces en que precisamente la primera persona hará quedesconfiemos de lo que nos está contando porque sospechemos que el narradorestá mintiendo o que está equivocado. Al ser un narrador en primera persona, no tomamos lo que dice como algo más omenos objetivo, sino que comprendemos que todo está impregnado por laexperiencia y la opinión del narrador. Esto sucede con muchos narradorespoco fiables o deficientes como niños («El príncipe destronado», de Delibes o «Rabosde lagartija», de Juan Marsé), gente con problemas psicológicos o de percepciónde la realidad («El guardián entre el centeno», de Salinger) o personajes introducidosen un entorno que no conocen (desde extraterrestres a seres que entran en otrosmundos como «Sin noticias de Gurb» de Eduardo Mendoza). Estos narradores sonmuy complicados de emplear porque tenemos que transmitirle al lectorinformación que muchas veces no conoce el propio narrador. Además hay quemanejar muy bien la tensión porque el lector siempre va a tener más informacióno va a ser más consciente de lo que sucede que el propio narrador y puederesultar carente de interés.
Para terminar, podemos hacer mención aquí al narrador en segunda persona, que seencuentra próximo al narrador en primera, pero que no pertenece exactamente aesta categoría. El narrador en segundapersona presupone que hay una voz que le cuenta al protagonista de la historialo que ha hecho o lo que hace, de manera que se encuentra entre los narradoresexternos y los internos. Se supone que es un personaje que participa en lahistoria, como un testigo, pero que le cuenta la historia a otro de lospersonajes. Aunque no siempre es así, razón por la que se encuentra fuerade los narradores en primera persona; a veces el narrador no participa en lahistoria y se encuentra totalmente ajeno a ella y aun así narra en segundapersona. Este caso es más excepcional, dentro de lo excepcional que es ya depor sí el narrador en segunda persona. Un buen ejemplo sería «Aura» de CarlosFuentes. 2b1af7f3a8